Desde el despertar de las plazas en 2011, la atmósfera política en el Estado español ha cambiado drásticamente. La frustración, la desesperación y el miedo, en lugar facilitar el auge de la extrema derecha, se han canalizado “hacia la generación de espacios de vinculación, apoyo y resistencia que…ayudan a superar la soledad, el miedo y generan la fuerza colectiva para resistir y transformar la realidad en la buena dirección”.
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