JORGE OTERO Público.es Madrid 01/07/2014 14:38 Actualizado: 02/07/2014 07:43
El economista belga Éric Toussaint. FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ
Después de siete años de dura crisis económica, el belga Éric Toussaint, uno de los politólogos más lúcidos de la izquierda europea, sabe de sobra quiénes son los culpables de la misma y por qué estamos en la peor situación de los últimos 80 años. Su diagnóstico no es novedoso —»Esta es una crisis de la deuda privada y del capitalismo financiero provocada básicamente por los bancos. Su deuda la estamos pagando entre todos»—, pero sí lo es la convicción y la determinación con la que propone soluciones reales para «una salida justa» de la crisis.
Presidente del Comité para la Anulación de la Deuda en el Tercer Mundo y asesor de varios gobiernos latinoamericanos en asuntos como la auditoría de la deuda pública, Toussaint visita estos días Madrid. Este martes por la noche estará en Público TV, en el debate de La Tuerka, donde desgranará su discurso a caballo entre la crítica más feroz y la reflexión sobre políticas económicas alternativas al neoliberalismo imperante.
«Hay que tomar medidas radicales en favor de una salida social de la crisis»
Por lo que se refiere a la crítica, Toussaint lamenta la impunidad de la que gozan los grandes banqueros, a los que señala directamente como los responsables de la crisis: «Los dueños capitalistas de los bancos privados manejaron el dinero de los bancos en busca de la ganancia máxima sin tener en cuenta el riesgo». Son ellos lo que nos han traído hasta aquí, sostiene el belga, y son ellos los que deberían haber pagado sus excesos.
La realidad, sin embargo, es bien diferente: esos prohombres gozan de la protección de los gobiernos europeos; nadie ha osado meterse con ellos y, para rematar la faena, los Estados han rescatado a los bancos con dinero público. Eso irrita a Toussaint, para quien el castigo está clarísimo: «Habría que expropiar los bancos y socializarlos. La banca tiene que ser un servicio público. Los accionistas de los bancos rescatados deberían devolver el dinero de las ayudas con su propio patrimonio».
«Los accionistas de los bancos rescatados deberían devolver el dinero de las ayudas con su propio patrimonio»
El pensador belga cree que las cosas se pueden hacer de otra manera y cita dos ejemplos: el caso de Islandia, donde dos banqueros fueron encarcelados por la presión ciudadana, y Estados Unidos, donde Barack Obama no toma medidas contra banca privada norteamericana e intenta desviar la atención con mano dura contra bancos europeos.
Pero como bien recuerda el propio Toussaint, en Europa y en España aún estamos muy lejos de ese escenario. En Europa no hay voluntad política ni tampoco sensibilidad: «Si los gobiernos de los países de la UE creyeran de verdad que están al servicio de la mayoría de los ciudadanos, ya habrían nacionalizado los bancos y también habrían rechazado pagar parte de la deuda pública por ilegítima e ilegal», añade.
Frente al inmovilismo de los gobiernos europeos, Toussaint introduce un elemento importante en su discurso: la existencia de una alternativa. Y esa alternativa está cada vez más cerca, pese al «difícil contexto político» que impera en la Unión Europea. «Las elecciones europeas demostraron que en España hay una parte importante de la población que busca una alternativa real al bipartidismo y a las opciones que ofrecen más de lo mismo», se congratula el politólogo belga.
Para Toussaint la alternativa pasa por «un programa coherente» que tenga como eje»medidas radicales en favor de una salida social de la crisis». No le importa tanto como a otros economistas que esta salida se dé sin el euro: tiene una posición crítica contra la moneda única y contra el propio sistema. Aboga Toussaint por «una salida de izquierdas con cambios estructurales en la sociedad».
«Soy partidario de crear un impuesto confiscatorio del 80 o 90% de su renta al 1% más rico de la población»
En ese sentido, América Latina es el espejo en el que mirarse. Esa parte del mundo ha aprendido que la respuesta a la crisis no pasa por recortar el gasto público, las pensiones y las políticas sociales; sabe también que la solución no es congelar los salarios. Toussaint lo explica muy bien: «La austeridad no es la respuesta. Ésta sólo conduce a un aumento de la deuda pública. Lo hay que hacer es adoptar un programa coherente y alternativo que apueste por incrementar la inversión pública, aumentar el poder adquisitivo de las familias, anular parte de la deuda pública ilegítima, redistribuir la riqueza y aumentar los ingresos fiscales».
Entre sus recetas, Toussaint no se olvida de la lucha contra la desigualdad: «Dentro de ese programa coherente del que he hablado una de las medidas fundamentales son los impuestos a los más ricos. Yo, como Thomas Piketty, soy partidario de crear un impuesto confiscatorio del 80% o 90% de su renta al 1% más rico de la población. La concentración de riqueza empieza a ser intolerable. Franklin Delano Roosevelt lo hizo en 1938 en Estados Unidos y no era precisamente un izquierdista. Con esos ingresos un gobierno progresista podría poner en marcha un nuevo modelo económico y social».
«La austeridad no es la respuesta. Esta sólo conduce a un aumento de la deuda pública»
«El problema», reconoce el propio Toussaint, «es pasar de la voluntad de cambio a la expresión política de ese cambio». Pero en este caso el belga es optimista: dice que le entusiasma la acción de «los indignados del 15-M» y saluda con simpatía la irrupción de Podemos. Toussaint felicita al 15-M por su lucha en pro de «una auditoría ciudadana de la deuda», una acción ciudadana que, según sus palabras, «demuestra que miles de personas quieren entender de dónde procede la deuda pública a tiempo que cuestionan la legitimidad de la misma».
Porque la deuda pública, esa que la troika se empeña en que los ciudadanos paguen a toda costa, es otro elemento vertebrador del discurso alternativo del pensador belga —de hecho, como presidente de Comité para la Anulación de la Deuda en el Tercer Mundo es uno de sus caballos de batalla—. Para él no es moralmente aceptable que un país tenga que recortar su sanidad o su educación para pagar su deuda, sobre cuando no se ha hecho una auditoría de la misma y no se ha determinado qué parte es ilegítima y/o ilegal. Hacer una auditoría de la deuda es una obligación para cualquier país, incide Toussaint: «Si se quiere encontrar una salida justa de la crisis para los ciudadanos, hay que anular el pago de esa parte de la deuda».
Negarse a pagar parte de la deuda no es es ninguna utopía. Toussaint lo sabe y pone el ejemplo de Ecuador, donde él mismo trabajó asesorando al presidente Rafael Correa: «Hacerlo es posible. Ecuador lo hizo en 2008 y 2009 con éxito y países como España, Grecia, Portugal, Irlanda y Chipre también pueden hacer lo mismo. ¿Por qué no? Los acreedores de la deuda pública son los mismos bancos que han sido rescatados con el dinero público y que luego han utilizado para comprar bonos de deuda pública de esos países».