No nos olvidemos del Sur, allá dónde la deuda sigue ahogando a los pueblos

Este texto se ha publicado en el marco de la campaña de difusión del proyecto “Aixó és EpD”  (Esto es EpD) que está realizando Quepo

En Català aquí.

Por Iolanda Fresnillo, Plataforma Auditoria Ciudadana de la Deuda ¡No Debemos! ¡No Pagamos!

La deuda ha sido reconocida como obstáculo para el desarrollo humano de los pueblos, no sólo en el Sur sino ahora también en el Norte global, tanto por organizaciones de la sociedad civil como por instituciones internacionales y académicas. El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas adoptaba el pasado julio de 2012 una resolución en la que se reconocía que “la creciente carga de la deuda que afrontan los países en desarrollo más endeudados, y en particular los países menos desarrollados, es insostenible y sigue siendo uno de los principales obstáculos para conseguir progresos en un desarrollo humano y la erradicación de la pobreza, y que, para muchos países en desarrollo y con economías en transición, el excesivo servicio de la deuda ha constreñido severamente su capacidad de promover el desarrollo social y de proveer los servicios básicos para crear las condiciones para la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales”.

Nano

La deuda ha sido durante décadas una herramienta que ha transferido del Sur Global al Norte Global ingentes cantidades de riquezas (tanto en forma de riquezas monetarias como de recursos naturales). Entre 1985 y 2010 la transferencia neta sobre la deuda externa pública de los países que el Banco Mundial califica como “en desarrollo” es de 530.000 millones de dólares negativos (es decir, la diferencia entre las sumas recibidas en nuevos préstamos y el total de pagos de la deuda, incluyendo capital e intereses). Esta transferencia de recursos monetarios ha ido acompañada de la imposición del capitalismo neoliberal, que se ha hecho camino en todo el mundo en parte gracias al mecanismo del endeudamiento. ¿Les suena?

Esta transferencia de riquezas entre deudores y acreedores se traslada ahora al Norte, haciéndose cada vez más evidente que el trasvase no es de países empobrecidos a ricos, sino un trasvase desde los desposeídos, las clases populares y trabajadoras a escala global hacia las élites propietarias del capital y los medios de producción. La deuda como una herramienta de transfusión de riquezas del 99% al 1%.

A pesar que la centralidad del debate de la deuda está ahora en los países de la periferia europea, la crisis de la deuda en los países del sur global no es cosa del pasado y los altos niveles de endeudamiento siguen suponiendo un importante obstáculo para el desarrollo. Volviendo al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, “la deuda de los países en desarrollo ha seguido aumentando, y no solo ha limitado sus perspectivas de desarrollo sino que también ha mermado su capacidad para crear las condiciones que se requieren para el ejercicio de los derechos humanos, en particular los derechos económicos, sociales y culturales”

Casi un tercio de los países de bajos ingresos están con problemas de deuda o en alto riesgo de sobre-endeudamiento. Los llamados Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, en particular los del Caribe, afrontan mientras escribo estas líneas un grave problema de sobreendeudamiento. Por ejemplo, St. Kitts y Nevis tiene una deuda pública cercana al 200% del PIB (por encima de la deuda/PIB Grecia). Jamaica, paraíso en las mentes de muchas de nosotras, afronta estos días una dura negociación con el FMI y los acreedores del Club de París para conseguir una cancelación parcial de su deuda (un alivio como le llaman las instituciones financieras internacionales). Obviamente, como sucede en Grecia, la negociación gira entorno al nivel de medidas de austeridad, privatizaciones y otras reformas neoliberales que deberá acometer el país caribeño si quiere recibir la ansiada reducción de su deuda. Egipto o Túnez, herederas de las deudas de los dictadores Mubarak y Ben Alí respectivamente, se encuentran en una situación similar, pasando de la dominación del dictador a la del FMI a causa de una deuda impagable.

En total, y según datos publicados recientemente por el Banco Mundial, la deuda total de los “países en desarrollo” era en 2011 de 4,9 billones de dólares, subiendo de 4,4 billones de dólares en 2010. El stock de la deuda de los “países en desarrollo” se ha más que doblado desde 2000 cuando llegaba a 2,1 billones de dólares. Y eso sin contar una creciente deuda interna (del Estado con acreedores internos, muchos de los cuales son banco extranjeros al estilo del BBVA que se han instalado en los países) y una también pujante deuda privada (de los actores privados de las economías de esos países), que muy probablemente acabará siendo socializado.

En el contexto de la crisis económica global, los países del Sur, especialmente los más empobrecidos, acuden al crédito para suplir los impactos de la crisis en sus economías. Los países empobrecidos, después del estallido de la crisis, han visto reducidos sus ingresos por exportaciones, los precios de materias primas se han vuelto extremadamente volátiles (atrayendo inversores que huyen de los mercados de deuda y bancario), los ingresos por remesas de migrantes han caído y las empresas multinacionales han incrementado los niveles de repatriación de beneficios.

A ello hay que añadir los impactos de la fuga de capitales y evasión fiscal, que en los países del Sur supone una pérdida de miles de millones de dólares que podrían evitar el endeudamiento. Según Eurodad, “los flujos financieros ilícitos hacia el exterior desde los países en desarrollo se acumulan hasta 1,3 billones de dólares cada año”. Como resultado de la evasión fiscal de las empresas multinacionales los países pobres pierden hasta 160 mil millones de dólares al año en ingresos fiscales.

En este momento de evidente fracaso del sistema capitalista como modelo económico que garantice las necesidades y el bienestar de la población (un fracaso que muchas venimos denunciando desde hace muchos años pero que ahora se hace incontestable), es importante que no afrontemos la crisis de la deuda de la eurozona como un problema aislado, como algo que sólo nos sucede a nosotras porque, siendo las economías “holgazanas” del Sur de la próspera Europa, hemos estado viviendo a crédito y por encima de nuestras posibilidades. No, no es así. Esta crisis de la deuda no es más que un síntoma de la crisis del capitalismo. Y diría más, es otra fase de aquella crisis de la deuda de los 80 que aún siguen arrastrando muchos países de América Latina, África y Asia.

Cuando busquemos salidas a la crisis, no nos olvidemos del Sur, como diría Forges.

Forges

Este texto es una versión muy resumida del publicado en el Anuario de la “Plataforma 2015 y más” y que podéis descargar aquí