Entendiendo la deuda

¿Por qué no mejoran las cosas?

El dinero público no se destina a aliviar la situación de los que más padecen la crisis, que ven recortadas sus prestaciones sociales. Nuestros impuestos, regalados a los bancos, se están empleando para engrosar cuentas corrientes de directivos bancarios, para seguir con el negocio de compra de activos financieros y para especular en contra de las deudas de los estados europeos.

El BCE presta dinero a bancos y aseguradoras a un interés muy bajo (1%), dinero barato que invierten en comprar deuda pública a tipos de interés que oscilan entre el 3 y el 15% (como es el caso de Grecia), un negocio redondo. Es decir, las inyecciones de liquidez que el BCE dota a la banca europea para que, supuestamente, lo destinen en forma de créditos a la ciudadanía, se convierte en dinero que los Bancos invierten (por su alta rentabilidad) en la compre de Deuda Pública.

La posibilidad de que el Banco Central preste dinero a los Estados sin la intermediación de los mercados no se plantea: la propia arquitectura financiera de la unión permite, e incluso facilita, este tipo de movimientos especulativos.Y todo ello bajo la injerencia de las agencias de rating, que tras su criminal  actuación en EEUU durante el estallido de la crisis, siguen siendo capaces de evaluar la solvencia de un Estado.

A ello hay que añadir la mayor recesión que provocarán los nuevos recortes. Al generar más paro, se reducirá la recaudación de impuestos y aumentarán el gasto en seguro de desempleo, el déficit y la deuda pública –y la prima de riesgo, que alcanza tasas de usura–, forzando más recortes y alimentando el círculo vicioso.

Los recortes vienen acompañados de otros ajustes como reformas laborales y aumento de los impuestos sólo sobre los trabajadores (y no sobre los beneficios empresariales). Se pretende mejorar la competitividad española en el exterior y así reactivar la economía. Nos venden que “todos” debemos hacer un esfuerzo para que la economía vuelva a crecer, para que el pastel vuelva a ser grande y podamos cada uno tener un trozo mayor. A estas alturas es evidente que solo una elite se beneficia de esta estrategia. El resto permite la degradación de sus derechos, del medio ambiente, de la calidad de vida, en pro del siempredeseado crecimiento económico, a cambio de la esperanza de no figurar en la lista del INEM.

Es momento de dejar de obsesionarse por hacer el pastel más grande y empezar a cortarlo bien. La salida de la crisis está en que todos tengamos lo necesario, eliminando el derroche de los que tienen más. Repartir, en definitiva, la riqueza y el trabajo.