El que fuera presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Ecuador en el 2008 escribe un libro sobre una nueva sociedad
Alberto Acosta (Ecuador, Quito, 1948), como ministro de Energía y Petróleo de Ecuador en el 2007 propuso dejar de extraer petróleo en el Yasuni (Amazonas Ecuatoriano), después dimitió como presidente de la Asamblea Nacional Constituyente un mes antes de cerrar la Constitución porque quería más diálogo social.
Difunde la filosofía del ‘Sumak Kawsay’ y ha escrito ‘El buen vivir, una oportunidad para pensar nuevos mundos’, una alternativa al desarrollo para buscar una sociedad que se oriente por la armonía, reciprocidad y la solidaridad en vez de hacerlo por la competencia.
-Un ministro de Energía y Petróleo que propone dejar de extraer ¿Cómo llegó a este punto?
-Yo me formé como ingeniero en Alemania para trabajar en el petróleo de Ecuador, era un entusiasta del crudo. Mi visión fue cambiando al ver los procesos de resistencia a la actividad petrolífera por parte de los movimientos sociales, la tremenda destrucción ambiental y los problemas de enfermedades graves que causa en la población. El agua del Yasuní llega a todo el continente así que como ministro propuse no extraer más petróleo a cambio de una contribución internacional. Correa no se mantuvo firme en este propósito y actualmente se sigue extrayendo petróleo con todas las consecuencias que esto implica.
-Más tarde fue elegido presidente la Asamblea Nacional Constituyente ¿Cómo fue liderar el proceso?
-Con la actual, Ecuador ha tenido 20 constituciones desde 1830, la penúltima redactada en un cuartel militar. Nosotros quisimos hacer una constitución ciudadanizada y lo hicimos abriendo las puertas. La asamblea se dividió en mesas constituyentes que recorrieron el país llevando el debate, en Montecristi (cantón donde se redacta la constitución) recibimos a más de 150.000 personas y abrimos un gran debate nacional. Yo bromeo diciendo que la mitad del día era asambleísta y la otra mitad recepcionista.
-¿Por que dimitió un mes antes de cerrar el proceso constituyente?
-Había habido un importante diálogo social, una importante participación ciudadana y se necesitaba por lo menos hacerlo un mes más para hacerlo con calma. No se podía perder calidad en el debate interno, en la participación externa y mucho menos en la redacción de los textos finales. Aunque dimití como presidente permanecí como asambleísta hasta el final del proceso.
-¿Cómo consiguieron una participación tan alta en un periodo tan corto de tiempo?
-Fue un proceso que nace años antes de la propia sociedad civil, la ciudadanía se mueve y la calle fuerza la dimisión en 1997, 2000 y 2005 de tres presidentes. La gente exigía participación y esto se vive en el proceso de Montecristi. Los forajidos, algo similar a los indignados, se movilizan en las calles logran incidir definitivamente en la transformación del país.
-¿Cómo vio la irrupción del movimiento indignado?
-A mí lo que más me llama la atención es encontrarme con situaciones latinoamericanas en Europa. Respuestas y reacciones populares de ciudadanos atrapados por el dogal de la deuda externa causada por políticas económicas neoliberales que ya vivimos nosotros. Hay una serie de elementos similares, no todo es igual, y veo con preocupación la incapacidad de Europa para encontrar caminos propios.
-¿Encuentra paralelismos entre el proceso constituyente que vivió en Ecuador y la situación actual en España?
-Es difícil trazar paralelismos, pero se puede aprender de otras experiencias. Aquí hay procesos interesantes, como el movimiento autonomistas, la movilización de la juventud en la calle, los reclamos para una auditoría de la deuda externa, los planteamientos para crear una nueva constitución… No entiendo como todo el sur de Europa no exige el mismo trato ventajoso que se le dio a Alemania en 1953 con la deuda externa. En Ecuador hicimos una auditoría de la deuda externa que permitió determinar las deudas ilegitimas. Se debe impugnar la deuda injusta aunque nosotros solo la renegociamos.
-¿Cómo ve el proceso independentista catalán?
-Una propuesta muy interesante que surge de la respuesta de Catalunya y que demanda un trato de respeto en un estado cada vez más centralizado. Lo mejor que se puede hacer es abrir la puerta a la democracia y que sea el pueblo quien decida.
-Una vez constituidos como país ¿Cómo se mantienen los procesos democráticos?
-Una vez tengan una constitución, esta debe ser una caja de herramientas para la ciudadanía donde están tus derechos, tus obligaciones, las instituciones y los principios básicos de cómo organizar la sociedad. El ciudadano y la ciudadana tienen que apoderarse de esa caja de herramientas y usarla permanentemente. Tener una Constitución no te garantiza nada si no se sabe usar para transformar una sociedad.