Iniciamos con este artículo una nueva reseña sobre OPINIÓN. Los puntos de vista expresados responden solo a la visión personal del autor y no representan obligatoriamente al nodo Sevilla de la PACD.
Anonimizadas, escondidas entre la marea de informaciones que todos los días nos inundan, se nos cuelan casi sin notarse las noticias que resumen con fría precisión el lugar en el que nos ha tocado vivir. Basándose en datos de Naciones Unidas y de organizaciones como Oxfam, el profesor de la London School of Economics Jason Hickel nos muestra como el 1% más rico del planeta aumentó sus ingresos en los últimos 20 años en un 60%. Así las 200 personas más ricas del planeta cuentan con unos recursos conjuntos de 2,7 billones de dólares con lo que superan en medio billón a la mitad más pobre del planeta, compuesta por unos 3500 millones de seres humanos.
Ante semejante infamia, las explicaciones que nos ofrece el sistema son variadas. No es para menos, pues ninguna sociedad puede vivir con tamaña inmoralidad sin una autojustificación. Hace falta un relato, una “película” para que este sistema cruel se pueda mantener. En definitiva algo que le dé legitimidad. Este papel legitimador lo han jugado en la historia diversos elementos: el “orden divino”, la religión, la casta, el estamento han sido algunos de ellos. Las enormes luchas de emancipación llevadas en la historia por nuestros antecesores fueron eliminando una tras otro no sólo el sistema basado en ellos, sino incluso la validez del argumento, es decir, su “legitimidad”. Así, todos los intentos de reimponer los viejos preceptos estaban de antemano condenados al fracaso, pues la sociedad en su conjunto había entendido que ya no eran válidos. ¿O es que acaso alguien todavía cree que a los reyes los coloca la voluntad divina?
En este eterna lucha entre las clases dominantes y las dominadas el nuevo argumento justificativo lo compone la economía con sus “leyes inalterables” recogidas en la doctrina dominante: el neoliberalismo. Los argumentos “científicos”, creados por acólitos de las élites han buscado y conseguido mantener en pie un edificio de falacias y presupuestos falsos que sólo buscaban mantener un orden criminal. No importa que los hechos los contradigan. Estos “economistas” defensores de la nueva fe juegan el papel que en el pasado jugaron los sacerdotes, exigiendo sumisión y docilidad ante esta atrocidad que afirman es por nuestro bien. Los economistas críticos o heterodoxos podrían contar historias del coste personal y profesional que supone abandonar la doctrina oficial. Y cuando el tufo del atropello no consigue ya acallar a muchos, nos anestesian diciendo que puede ser injusto, pero de todas formas inevitable pues hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. No podemos por lo tanto hacer nada. Mentiras tras mentiras para defender lo indefendible.
Su “éxito”, paradójicamente, puede estar en el origen de su futuro fracaso. Su éxito coloca ante nuestros ojos el verdadero objetivo de su doctrina, que no es más que la perpetuación de los privilegios de un egoísta 1%. Esta salvajada que vivimos no será, por más que ellos quieran, el “final de la historia” pregonado por Fukuyama. Porque en realidad sí que podemos cambiarlo, ¡claro que podemos! En nuestras manos está un instrumento infalible, una especie de superpoder, contra el que ningún sistema puede resistir mucho tiempo. Es el poder de la “legitimidad”. Y es que cuando un pueblo ha tomado conciencia de que es engañado y deja de creer las sandeces que amparan el orden establecido, cuando ya no concede credibilidad a las palabras vacías con las que arruinan nuestras vidas y mantienen sus privilegios, es como si la lluvia dejara definitivamente de llegar al bosque. Poco a poco, irremediablemente, este se secará. Nada ni nadie lo puede salvar.
Así que poco a poco va llegando el tiempo de que recapacitemos si nos tenemos que seguir creyendo las mentiras que sustentan su sistema. Si dejamos de creérnoslas de verdad, no unos pocos sino la mayoría, aunque todavía no seamos conscientes de ello, estaremos colocando la primera piedra del cambio. Solamente no hay alternativa si dejamos de creer que la hay. Hoy día sin embargo, la única certeza que tenemos es que lo que existe nos lleva directamente al precipicio. Económica, humana y ambientalmente hablando. Así que pensémoslo de nuevo. Todavía nos podrán imponer su sistema criminal, pero ¿no habrá llegado el tiempo de retirarles la legitimidad? Sin ella están acabados porque lo único que les quedará es la represión. Y ella sola no ha mantenido por largo tiempo a ningún régimen. Así el primerpaso, el difícil, hacia un mundo mejor estará dado. Los otros seguirán, porque ya nos habremos colocado en movimiento.
David, politólogo PACD